31 diciembre 2005

Feliz 2006, o lo que el humo se llevó



¡Por fin se acaba el 2005!
La Reina de Inglaterra lo denominaría annus horribilis.
En todo caso, desde este rinconcito, FELIZ 2006. Que el nuevo año os traiga todo aquello que os merecéis.
Este año que comienza viene con una gran novedad legislativa: la Ley 28/2005 de 26 de diciembre, la llamada Ley Antitabaco.
Al margen de que la norma pueda tener una difícil aplicación directa (ya me dirán como van a poder sancionar a quien fuma en lugar prohibido -cuando un cigarrillo se consume en 5 minutos- si no es cazado in fraganti por una agente de la autoridad), la considero de una gran valentía política y sumamente acertada.
Si a la política siempre se le ha criticado que van por detrás de los hechos (por ejemplo, la regulación de las adopociones por parejas homosexuales) esta ley rompe, junto con otras muy recientes, ese tópico. La gran virtud de la Ley 28/2005 es que se habla de ella. Tiene detractores (entre muchos no fumadores, cosa curiosa) y muchos admiradores, lo que ha provocado gran debate social.
Y esa es su fuerza. Los no-fumadores ya sabéis que tenéis derecho a no respirar aire contaminado por el tabaco y que existe base legal para actuar (?) contra los que incumplan las estrictas y clarísimas normas. Los fumadores maleducados ya saben que se encontrarán con quien le diga "aquí está prohibido fumar, apague el cigarrillo". Y digo fumadores maleducados porque los educados no fumamos donde hay niños, ni en los locales públicos (excepción de los establecimientos de restauración), ni en el metro...
Así que mis felicidades a Zapatero y su equipo. Retiró las tropas de Irak (¡que alivio!), aprobó la ley contra la violencia de género (discutida y discutible, pero valiente), reconoció el derecho a la no discriminación de los homosexuales y ahora se atreve a meterse con los fumadores.
¿Será que el cambio se está produciendo y en el Gobierno sólo manda el Gobierno y no los americanos, la iglesia católica y las empresas tabaqueras? AMÉN.

19 diciembre 2005

Boicots y otras hipocresías

En la tarde del pasado sábado asistí divertido a una conversació en la cola de la pastería. A la pobre propietaria se le acababan de romper unas docenas de botellas de vino Ribera del Duero, lo que dió pie a un mitin anti-boicot a los productos catalanes por parte de una señora que esperaba a que las aguas (bueno, el vino) volvieran a su cauce.
La señora en cuestión argumentaba, con acierto, que el boicot al cava catalán, aparte de una indecencia, era una barbaridad, ya que el vidrio, el corcho, el papel, etc. necesario para la distribución del cava se produce fuera de Catalunya. Pero lo mejor vino cuando alguien le preguntó:
-¿Y de quién es la idea del boicot?
-Del PP, por supuesto. Pero el origen está en el tripartito. Si estos no gobernaran, el PP no haría estas cosas.
¡Genial! No merece más comentarios el silogismo. Se descalifica por si solo.

Pero el tema me hizo pensar sobre la hipocresía que envuelve el tema del ya famoso boicot.

La gente es libre de comprar lo que quiera y dejar de comprar lo que le dé la gana. Pero lo que no es aceptable es tanta hipocresía en los argumentos. Me explico.

¿Cuántos patriotas (de hojalata o de madera, es igual) han dejado de consumir productos de empresas que contaminan nuestras aguas, matan nuestra flora o ponen en peligro la fauna?
¿Cuántas de ellas han dejado de ponerse abrigos de visón (especie en peligro de extinción)?
¿Han dejado de adquirir productos fabricados por empresas que usan niños como mano de obra?
¿Se niegan a consumir lo que producen las empresas que pagan menos a las mujeres por el hecho de ser mujeres?
¿Siguen comprando artículos producidos por empresarios que no respetan los derechos de los trabajadores?
¿Usan papel reciclado o satinado?
¿Cuántos de estos boicoteadores (de aquí o de allá) han visionado alguna vez pornografía infantil?

Y podría seguir.

Yo confieso que me gusta el jamón extremeño porque es bueno, el vino de La Rioja por su calidad, las naranjas valencianas y los zapatos de alicante. Y la ropa debe ser china, supongo, por aquello de la globalización.
Y también confieso que no reciclo de que debería y que no miro los códigos de conducta corporativa de las empresas a las que compro.

Será que no soy buen patriota, ni de estos ni de aquellos.

14 diciembre 2005

Podríamos hacer caso a los niños


Los pensamientos de los niños suelen ser simples y sorprendentes, pero no por ello debemos obviarlos.
Lo que os voy a contar me pasó con mi hijo David, de sólo 5 años, hace unos días.

No recuerdo el inicio de la conversación, pero en un momento le dije que su abuelo, mi padre, no cobraba mucho dinero. Mi hijo, sorprendido, me contestó "¡Pero si el yayo trabajaba haciendo coches! ¿Por qué no cobraba mucho?". Le expliqué que en la Seat no tenían grandes sueldos (algunos están a punto de perder su salario, incluso).
Casi enfadado, me contestó "¡Pero, papá, si Fernando Alonso, que sólo conduce coches cobra mucho dinero!, ¿como puede ser que los que los fabrican cobren poco?".

La frase me dejó pensativo. Carl Marx hizo todo un tratado sobre teoría económica, en el que, en resumen, venía a decir lo mismo. Y mi hijo, que va a P-5, ya ve claro que esto de la diferencia de clases no está bien.

Sólo espero que la sociedad de consumo no le estropee tan bello pensamiento.

He tardado unos días en iniciar mi periplo literario-filosófico en este blog, y no ha sido por pereza, sino porque he pensado mucho que contedio darle a esta primera intervención. Cuando decidí crear este espacio tuve muy claro porqué quería hacerlo, y os lo quiero explicar.

Mi pasión por el debate, el libre pensamiento y la tolerancia a las ideas de los demás arranca en mi infancia. Y se la debo a mi padre.
Con Juanjo discutía a diario. Discusiones sobre temas intrascendentes, o sobre valores, o sobre política, y hasta sobre fútbol. Hablábamos con vehemencia, hasta elevando el tono de voz, pero siempre con respeto y con una sonrisa en los labios.
De él aprendí que lo más importante son siempre las personas. Sus problemas, sus sentimientos, sus anhelos; en resumen, su corazón.

Este mes de febrero me dejó huérfano. No sólo perdí a mi padre: perdí a mi amigo, mi mejor amigo (nunca te lo dije, error de hijo), a mi compañero de filosofías, a mi compañero de batalla. Perdí a esa persona de la que sabía que siempre perdería las partidas, como cuando jugábamos al ajedrez y se dejaba ganar, simplemente porque me quería. Perdí a mi maestro, al profesor que prefería que dudara de sus enseñanzas a convencerme porque eso me hacía más libre y más fuerte.
Ahora, cuando no le tengo para plantearle mis pensamientos inútiles, cuando no puedo pedirle consejo sobre lo que está bien y lo que está mal, cuando no puedo escuchar lo que piensa sobre la LOE, sobre la situación de SEAT, sobre la solución a los accidentes de tráfico o sobre si Catalunya es o no una nación, escribo mis pensamientos en la red. Con la esperanza de que desde su escaño en el mundo de los justos se conecte algún día y nos diga la suya. Con su sabiduría.

Papá, espero tus correos.