25 abril 2007

Dejadme que hable de Manolo

Ayer vi a Manolo contento. Manolo es un tío serio, en el sentido amplio del término. Se ríe de los chistes, cuenta algunos, aunque su experiencia es tan vasta que prefiere contar batallas, pero nunca cuenta cuentos. La última vez que lo vi tan contento fue el 14 de junio de hace cuatro años, cuando vio cumplido un sueño que durante muchos años compartió con decenas de personas, de compañeros de lucha.
Pero ayer no estaba contento por los demás, lo estaba por él. Porque ayer se hizo público que había sido merecedor del Premio Primer de Maig. No sé si irá con corbata a que el President Montilla (¡uno de los suyos!) le entregue el galardón, pero ese es un detalle sin importancia porque la elegancia de Manolo va con él. Porque Manolo es elegante (¡¡y galante!!) cuando se viste para la boda de sus hijos, cuando lleva el pin de los que han sido concejales de su Ayuntamiento, cuando lleva el mono de la SEAT o cuando lleva unos pantalones viejos embadurnados de cola de la de pegar carteles con la foto de otro.
Manolo sabe quién es, pero nunca se hace notar. Manolo es de esos tipos que sirven para un roto y para un descosido. Sirvió para rellenar las listas en las primeras elecciones municipales de la democracia; sirvió para ser uno de los tres concejales de la siguiente (y lo pasaron realmente mal); sirvió para presidir el Comité de Empresa de SEAT; sirvió para volver a ser concejal, para dejar de serlo y para ir el último.
Manolo es de esos tipos que se levantan a las cuatro de la mañana para ir al taller de prensas, para coger el megáfono en una huelga, para pactar despidos, para montar elecciones sindicales, para presidir una asociación de vecinos o para ir al entierro de un viejo amigo. Porque Manolo es de esos tipos que sirven para currar y que curran. Es de esos tipos catalano-extremeños que siguen levantando este país, de los que sin complejos reconoce los titulitos de los demás, pero que no le amedrentan.
Por eso, el Premio Primer de Maig es el mejor reconocimiento que se le puede dar a Manolo. O al Guerra, como siempre le hemos llamado.
Algún día, antes de que se retire del todo (cosa que dudo, conociéndolo), la gente que tanto hemos aprendido de él, de sus buenas formas (aunque no os recomiendo verlo enfadado, ¡buf!), de su disposición y sobre todo de su inagotable energía y vitalidad, le tendremos que hacer nuestro homenaje.
Entre tanto, dejadme que hable de Manolo.
Entre tanto, Manolo, déjame que siga diciendo aquello de "los más veteranos, como Guerra…".
Y entre tanto, Guerra, sigue luchando por los demás. Sigue trabajando para que los sicarios del mal no vuelvan a hacer daño.
¡SALUD, COMPAÑERO!