16 septiembre 2008

La voz

Hace unos días conseguí recuperar unos vídeos de mi padre.
Lloré por dentro (me quedan pocas lágrimas) al oir su voz. Es voz pausada, tranquilizadora y llena de emoción en los momentos o lugares que le impresionaban.
Es curioso como en el siglo de la imagen, la televisión y la videoconferencia, la voz se convierte en algo capaz de provocar profundas sensaciones.
La voz de Constantino Romero ("señores deportistas, bajen del escenario") nos lleva a Barcelona '92.
La voz de pito de Franco reproduce recuerdos en blanco y negro.
Y la voz de Ana Belén me instala en la dulzura del amor.
Timbre, volumen, tono... Una voz nos puede enamorar.
Las voces enamoran. A veces más que otra cosa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es agradable leer un artículo así en estos tiempos tan revueltos. Se agradece.